viernes, octubre 14, 2005

NEGLIGENCIA PROFESIONAL

" La claridad es la cortesía del filósofo "
Ortega y Gasset


Hace un momento he negligido uno de los principales principios de la deontología profesional de la enseñanza filosófica. En concreto, hablando con Ella respecto un tratado de fenomenología que estoy leyendo; comentando su compejidad, le he leído un fragmento: descontextualizado, sin previa explicación y, por si no fuera poco, rápido y mal. Por lo cual, ha merecido como respuesta a tal fragmento el natural calificativo de " brumoso ". Sin entrar en la dificultad real del texto; un principio inviolable que ningún docente de Filosofía debe olvidar jamás es: " Intentar no oscurecer el pensamiento filosófico más allá de su natural compejidad ". Es decir, evitar la " bruma artificial " en la medida de lo posible. La Filosofia es una disciplina - como cualquier otra - dificil; la tarea del docente es proporcionar herramientas y aportar luz a las ideas generales fundamentales, a partir de las cuales se articula el sistema de pensamiento. Esta directriz básica va en contradicción a mi práxis anterior, por consiguiente, tan sólo puedo calificarla de negligencia profesional.

Mi negligencia no tendría más importancia, que la disculpa posterior, si no fuera por su origen típicamente académico como mal hábito endémico. Me explico, hay un típico vicio académico relacionado con la Filosofía, especialmente la de cuño galo o griego clásico, consistente en fomentar la idea de complejidad mediante la oscuridad argumentativa. Muestras de tal defecto son algunos textos de pensamiento filosófico, especialmente contemporaneo " continental " o posmoderno. Sin embargo, aún siendo reprobable tal actitud, cuando es gratuita, lo que es más grave, aún, es: el comentario filósofico escolar que fomenta tal hermetismo en aras a una supuesta profunidad insondable. Un caso es la " oscuridad del pensador " que por su estilo o por exigencias del análisis no puede ser claro; este puede y debe tolerarse. No así, otro caso, típicamente escolar, que pretende salvaguardar el prestigio filosófico a base de incomprensibilidad generalizada, sea consciente: en busca de un cierto elitismo, o inconsciente: sea por la interiorización de esa negligencia como natural idiosincrasia de la disciplina filosófica.

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